El Día de Todos los Santos lo celebra la Iglesia Católica el 1 de noviembre, siendo una fiesta solemne en honor a Todos los Santos, desde el mismo Salvador hasta el más desconocido, pero que, por características propias de su vida en virtud y santidad, tuvieron entrada directa al cielo. Viene de una antigua tradición, cuando en el siglo tercero los perseguidos y martirizados eran honrados en sus cementerios, pero al ser alto el número de caídos, terminan celebrando a todos un mismo día: el 13 de mayo, según San Juan Crisóstomo.
Sin embargo, el proceso de cambio de fecha fue paulatino en occidente, comenzando cuando el templo del panteón romano pasa a manos de la Iglesia Católica, siendo un lugar pagano, donde muchos cristianos fueron martirizados, por lo que es consagrado a Santa María y los santos el 13 de mayo de 610, por el Papa Bonifacio IV.
En el siglo IX el Papa Gregorio IV termina trasladando desde las catacumbas las osamentas de gran número de mártires al panteón y se vuelve a consagrar como iglesia el día 1 de noviembre del año 835. Hoy es conocida como la Iglesia de Santa María Ad Martyres. En oriente se sigue celebrando el 13 de mayo.
El día de los difuntos, o mejor dicho fieles difuntos, muchas veces se pasa en alto por el común de la gente, no así por la Iglesia Católica, que lo conmemora el 2 de noviembre y si bien es parecido al anterior, tiene una distinción significativa: se ruega por los caídos que no han accedido al cielo y están en estado de purificación en el purgatorio, como parte de la doctrina católica, levantando ruegos por ello, se intercede, para que se borren los pecados veniales con los que partió de este mundo.
En Loncoche se celebran ambas fechas y su escenario, como en los tiempos antiguos, es el cementerio, recordando a santos y fieles difuntos que ya no están entre nosotros.
La UNESCO reconoce esta celebración como “Patrimonio Cultural Inmaterial”.








